Esta es la primera entrega de una serie donde intentaré acercar páginas ocultas de nuestra historia, que ayudan a comprender de donde emanan los “sentidos comunes” naturalizados por buena parte de nuestra sociedad. Podremos apreciar como en la música, la literatura, las artes visuales, la medicina y fundamentalmente en la educación siguen primando esos “sentidos comunes” que responden a los intereses de minorías.
Desde que las sociedades existen en nuestro planeta, las distintas formas de organización han tenido como factor común a un grupo minoritario que acumula y disfruta las riquezas que la mayoría produce, ya sea autoproclamándose como enviados de los Dioses y creando Reinos y luego Virreinatos, anexando otros reinos, apelando a la esclavitud, al diezmo, al sometimiento territorial, a la acumulación corrupta a través de Bancos y financieras o, sencillamente, ahogando pequeñas empresas para luego adquirirlas a precio vil y concentrar de ese modo la producción y venta de cualquier insumo o bien. Invariablemente, desde esa perspectiva, la producción de riquezas ha generado más pobreza a las mayorías.
La herramienta básica que permite a estas minorías ricas mantener semejante absurdo ha sido generar y manejar las herramientas para que una buena parte de la mayoría —el pueblo— tome como “natural” o “de sentido común” dicho ejercicio del poder y por tanto, consciente o inconscientemente, se naturalice la “superioridad” de la minoría poderosa.
Cuatro siglos de dominación monárquica habían consolidado algunos sentidos comunes, tales como “razas” superiores y “razas” inferiores
Analizando la producción cultural promovida, producida o supervisada por las minorías poderosas, podemos comprender a quienes adoran a reyes y reinas que los someten, leyendas de sangre azul, cuentos de princesas bellas y buenísimas, de príncipes azules, valientes y ¡magnánimos!, novelas de superhéroes eligiendo villanos o de conquistadores heroicos que someten a los inferiores (indios o negros) para salvarnos de la maldad.
En nuestro país, a partir del fin de la monarquía española, se desarrollaron luchas y guerras intentando conquistar la hegemonía del poder desde un modelo similar. Algo así como una monarquía sin reyes. Cuatro siglos de dominación monárquica habían consolidado algunos sentidos comunes tales como razas superiores y razas inferiores, la supuesta modernidad debiendo someter —a cualquier costo— al supuesto atraso. Dicha modernidad encarnada en lo europeo-sajón o francés como el modelo ideal a imitar y para ello, al exterminio de los salvajes le siguió “no ahorrar sangre de gauchos” y luego directamente el exterminio de los representantes políticos que querían un poder federal y resistían la hegemonía de Buenos Aires (culturalmente todos actores del atraso). Pero esto no es historia pasada y nada más. El siglo XIX explica y fundamenta el XX y el XXI. La colonialidad reinante en la contemporaneidad, el racismo en sus distintas expresiones, las matanzas, represiones y desapariciones, los golpes de Estado, las defraudaciones millonarias y la permanente fuga de riqueza a paraísos fiscales, la demonización de dirigentes gremiales y de políticos/as paralelamente a la angelización de ricos/as y empresarios/as tiene, como todo, un origen y determinadas herramientas de sustentación, divulgación y persuasión. A una de estas herramientas del poder la tenemos bien a la vista cotidianamente: el diario La Nación fundado por Bartolomé Mitre en 1870. Mitre compró el periódico La Nación Argentina, le quitó la palabra Argentina y le instituyó el lema “Tribuna de doctrina”. O sea que su diario no informaría acerca de la realidad sino que se dedicaría a establecer y difundir la “Doctrina”, denominando de ese modo a la libertad de comercio y naturalización del poder concentrado en la minoría “ilustre”. Ese liberalismo por el que vivió y luchó Mitre no fue un virus que llegó de China. Fue la adopción del nuevo colonialismo —británico— por parte de quien, además, se ocupó de escribir la parte de la historia que creía conveniente, con villanos salvajes y héroes modernos, con próceres desprovistos de ideología, padres del aula a los que el paso del tiempo les quitaría su aspecto genocida y racista. Escribió una historia que legitime la inconmensurable e injustificable apropiación de tierras por parte de quienes pasarán a constituir a partir de 1866 la Sociedad Rural Argentina, también denominada Oligarquía, que fue fundada a instancias del propio Mitre.
Mitre compró el periódico La Nación Argentina, le quitó la palabra Argentina y le instituyó el lema “Tribuna de doctrina”
Tanto la SRA como La Nación apuntalaron culturalmente todos los Golpes de Estado, represiones y genocidios, apoyaron todos los gobiernos liberales y combatieron a todos los gobiernos populares. Los resultados de su concepción de país están a la vista. Siguen reivindicando lo previo a 1930 cuando, según ellos, éramos el feliz granero del mundo. Pues esa reivindicación no responde a la realidad histórica sino a su “tribuna de doctrina”. En esa época no había jornada de 8 horas, ni salario en blanco, ni obras sociales, ni aguinaldo, ni paritarias, ni voto masivo (mucho menos femenino). Solo había explotación, esclavitud, represión, matanza o expulsión del país. Mayoría de pobreza e indigencia contra minoría de cristalería francesa y mansiones inexpugnables.
Tanto la Sociedad Rural Argentina como La Nación apuntalaron culturalmente todos los Golpes de Estado
En esta primera entrega anoto los principales hitos de la vida pública de Bartolomé Mitre, y en los próximos artículos iremos recorriendo la transmisión generacional de sentidos comunes (cultura) emanados desde “arriba” y comprobando cómo siguen teniendo vigencia y trascendencia hoy.
Bartolomé Mitre
Nació en 1821. Estudió tres años Artillería en Uruguay.
Fue expulsado sucesivamente de Uruguay, Bolivia, Perú y Chile entre 1846 y 1851, por sus intromisiones políticas.
Patrocinador principal de la hegemonía porteña que desconoció el Acuerdo de San Nicolás y la Constitución de 1853.
Organizador de las primeras campañas contra ranqueles (Tapalqué 1855).
Presidente de facto (diciembre de 1861) de la Nación. Durante su Golpe envió a Sarmiento a deponer a los gobernadores de San Luis, Mendoza y San Juan. Sarmiento logró, de ese modo, ser gobernador de facto de San Juan.
10 meses después, Bartolomé Mitre se hizo elegir Presidente “constitucional” y en su gabinete destacaron, entre otros, Rufino de Elizalde, Juan Gelly y Obes y Eduardo Costa. Nombró embajador en EEUU a Domingo Sarmiento.
El Canciller de Mitre, Rufino de Elizalde, describe en sus discursos el desapego de la Argentina hacia el resto de Latinoamérica:
Principal promotor del Genocidio llamado Guerra de la Triple Alianza, y Comandante militar de dicha Guerra, la presentaba con frases como esta:
Claramente, el comercio y el liberalismo como premisas, y el desconocimiento de la soberanía de los países hermanos como práctica. En esa guerra comandada militarmente por Mitre y su Jefe de Estado Mayor Juan Gelly y Obes, Brasil, Uruguay y Argentina eliminaron al 90 % de la población masculina del Paraguay. La verdadera motivación era destruir un modelo de país “proteccionista”, reacio a ser colonizado económica y culturalmente.
En 1866 promovió la fundación de la Sociedad Rural Argentina.
Cuando terminó su mandato presidencial, Mitre compró el periódico La Nación y lo convirtió en “Tribuna de Doctrina” a favor del libre comercio (4 de enero de 1870).
En 1874 desconoció al ganador de las Elecciones nacionales, Nicolás Avellaneda, y organizó un nuevo Golpe de Estado. Fue derrotado, juzgado, condenado y expulsado del ejército nacional. El militar que lo derrotó logro su ascenso a General. Se llamó Julio Argentino Roca.
En 1880 promovió otro golpe de Estado, esta vez desconociendo el triunfo de J A Roca. Logró, negociando con apoyos rurales, que Avellaneda dicte una amplia amnistía y así evitó un nuevo encarcelamiento.
Murió en 1906.
Julio A. Roca es hoy mayoritariamente considerado un genocida. Bartolomé Mitre no.
¿Quién escribió la historia y fundó un órgano de divulgación?
Ilustración: Juleeika (@juleeika @casaelefante)