¿Quién si no el Diego?

Cierro la computadora en la que, una mañana más, estuve dictando a mis hijos las consignas de sus tareas al mismo tiempo que respondía mails de mi trabajo. Mis ojos se van sin intención a mi otra pantalla, en este año de pantalla permanente. Un mensaje simple, a un grupo que pudo ser cualquiera: murió el Diego. 

-Murió el Diego, repito en voz alta sin pensarlo. 

-¿Qué Diego??, pregunta Pablo, que también prepara la comida mientras responde audios laborales

– No dije Diego, dije El Diego

De a poco las lágrimas le van saliendo hasta ser muchas, tantas que nos contagia a quienes estamos ahí con el.

Ese almuerzo se nos atraganta de emociones, esta vez con celulares permitidos en la mesa. Llegan fotos del Diego con Fidel, con Evo, con Estela… Nos mandan y buscamos videos de cada gol mágico, de relatos gigantes que no se quedan atrás, de incontables defensores que se dan por vencidos, reconociendo que ya no lo alcanzan. Nos acompaña también la radio, queremos llenarnos de Diez. La agudeza de los comentarios de Maradona, hermosa selección apurada de aquel productor, nos sorprende más que los tantos ángulos imposibles.

Nos acompañamos con muches por mensajes, intercambiamos sorpresas y alientos. Entre los mensajes recibo una nota, escrita hace casi un mes con motivo del cumpleaños 60 de Maradona. El título se pregunta: ¿por qué queremos tanto al Diego si somos feministas? No lo había pensado. Me enjuago las lágrimas para leer. Me guardo la duda, no en un bolsillo para dejarla olvidada; me la guardo adentro para hacerme la pregunta. Porque la posibilidad de hacerme nuevas preguntas es la única certeza que tengo de mi militancia feminista. Eso, y que nos queremos vivas. Repaso algunos hechos de la vida de Maradona. Con esas preguntas sigo llorando.

A la tarde tengo otra reunión que no puede empezar de otra manera. Todes con los ojos rojos. Mientras hablo, aparece mi hijo con un dibujo para Diego que me deja varios segundos sin palabras. Compramos flores, nos vestimos con los equipos del club, nos vamos a la cancha del Bicho a dejarlas junto con el dibujo y una vela que hicimos en estos meses de tantas manualidades. Ahhhhhhhh, ¡Cómo necesitaba esto! Casi nueve meses sin estar en la calle con tantes, tan amontonada.

Y entonces, entiendo algo más…

Nuestros rituales de mundial, de juntarnos en un living muches mas de les que entramos, de abrazos grupales en la escuela, en el laburo (desdibujando jerarquías), en el vestuario del club con una tele portátil ínfima, en la vidriera de una casa de electrónica.

El campeonato del 86. Los goles a los ingleses. Como cada une que los vió en vivo, recuerdo exacto donde estaba sentada, que estaba masticando. El festejo de la copa me marcó, tanto como el de la vuelta de la democracia. Salimos a la calle a abrazarnos con todes, con cualquiera. Los colectivos frenaban y la gente se bajaba, para saltar luego subida al capot. Los colectiveros, que eran para mi unos señores muy respetables, de repente abandonaban sus puestos, y también bajaban a la alegría compartida. Y el segundo puesto del noventa, festejo en el obelisco (¡se festejó el segundo puesto!), policía montada y algunos gases lacrimógenos, por primera vez. 

¿Quién si no el Diego me metió con tanta fuerza esa necesidad de estar en la calle para el encuentro colectivo? Para el festejo, para el duelo, para la lucha ¿De abrazarme con une desconocide? ¿De correr de la mano de quien sabe quien en una lateral del centro para evitar las balas del 2001? ¿De ceder mi trapo con limón para defender-una vez mas- a les jubilades? ¿De compartir mi piloto y mi paraguas mientras la lluvia nos mojaba en Senadores la esperanza de aborto legal? ¿De cortar flores para cualquiera el día de la muerte de Néstor? ¿De llevar rociadores para refrescar a impensades compañeres en nuestra última y calurosa asunción?

Hoy hay tristeza colectiva. Necesito abrazar a la hinchada entera. Sobran tantas ganas de abrazo en 2020. Y encima el Diego….

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El Chasquido es la revista del Colectivo Barrial Parque Chas.

El colectivo surgió en noviembre del año 2015, en medio de la coyuntura electoral, y decidimos seguir juntos, pensando soluciones y revalorizando la política como instrumento de transformación de la vida cotidiana. Trabajamos en el barrio, atentos al otro. Intentamos dar cuenta de nuestra realidad, analizar, pensar y actuar por fuera del discurso hegemónico de los medios de comunicación. Desde nuestra conformación hicimos ciclos de cine debate, peñas, recolección de material reciclable, charlas, encuentros. Seguimos en acción, nos escuchamos, debatimos, nos redefinimos en cada encuentro. Creemos en nosotros como comunidad. La inteligencia colectiva puede más que cualquier proeza individual. Nos reunimos periódicamente en asambleas abiertas. Estamos a la vuelta de cualquier esquina del barrio.