Un espacio vivencial para sostenernos. Así denominé el taller que durante dos años consecutivos vengo realizando en el Centro Cultural Laberinto de Chas. Lo desarrollé en forma presencial al inicio. Desde la llegada del aislamiento corporal, el taller fue posible a través de la virtualidad.
Una construcción permanente
“El psicodrama es un método que nos permite, a través de la acción, profundizar en el alma humana” según nos enseña su fundador, Jacob Levy Moreno. En función de esta idea, configuré el taller.
La propuesta nace al querer transmitir mi experiencia y vivencias que, al transitar la formación en psicodrama, no podía dejar de compartir. Es que, a través del mismo, pude descubrir la importancia de los vínculos, el valor de expresar las emociones así como el sentido de crear y sostenerme en grupo.
Psicodrama, para descongelar emociones
En el psicodrama grupal el trabajo que realizamos permite abrir puertas y descongelar emociones que tenemos congeladas, encriptadas en nuestro cuerpo.
La experiencia se realiza en grupo y comienza a partir de un caldeamiento que nos permite preparar el cuerpo y predisponerlo mejor para conectarnos, sensibilizarnos con nosotres mismos y con los demás, de una manera más amorosa.
En la posición de sentades sólo entra el rostro como modo de expresión y comunicación. Entonces es preciso dejar esa postura y pasar a ponernos de pie, a caminar, a registrar el espacio, el cuerpo en ese espacio, a aflojar nuestras tensiones y así habilitar la percepción de nuestras emociones. Ver cómo estamos, tomar conciencia de nuestras incomodidades y dolores nos lleva a acomodar el cuerpo para poder integrarlo como un todo. Estos primeros movimientos favorecen a liberarnos.
Es a partir del juego, del baile, de la música y del arte que vamos entrando a nuestro mundo y a conectarnos con les otres que están allí. Y es así: sin darnos cuenta, jugando nos vamos conociendo.
La propuesta, entonces, consiste en ofrecer un espacio-lugar donde podamos ABRIRNOS, sentirnos cómodes para poder así expresarnos, mostrarnos, ser quienes somos. Es por eso que, en psicodrama no juzgamos, no interpretamos. Lo que hacemos es escenificar situaciones, vivencias personales o grupales que traemos de nuestros recuerdos, de nuestra vida. El re-actuarlas nos permite ver y vernos como en espejo: pensar y pensarnos.
Una vez que el cuerpo está abierto y sensible, indagamos sobre las problemáticas que van aconteciendo en la vida cotidiana: dificultades, inhibiciones y desinhibiciones, lo que nos gusta o no de nosotres, los miedos, nuestros logros, proyectos, deseos, ilusiones. Una actividad posible de este momento: almohadones temáticos. Los almohadones simbolizan el espacio donde me paro para pronunciar nuestros pareceres. Por un lado, pueden estar los obstáculos, dificultades, aquello que me duele o me molesta. Por otro lado, hay otro almohadón donde me paro y pronuncio lo que me satisface, lo que me gusta, deseo o disfruto. Y, por otro, un posible tercero: aquél que me permite decir cómo lograr, cómo resolver, qué acciones realizar, con qué obstáculo me encuentro, qué me impide hacerlo. Vamos pasando de uno al otro, según nuestras necesidades. Así vamos construyendo un ambiente de confianza, de seguridad y sinceridad mientras vamos resonando volcando nuestras emociones.
En un tercer momento y con todo lo que se fue trabajando, nos damos un tiempo de tranquilidad para evocar situaciones vividas que queramos compartir y contar. Es el momento en que damos lugar a las escenificaciones. Primero elegimos la escena a representar. Allí hay un protagonista y una escena elegida para representar. A pedido del “director de escena” se nombrarán unos “yo auxiliares”. Se actúa una vez. A veces los personajes se congelan en algún momento clave para registrar las emociones. Se hacen soliloquios, donde los personajes expresan aquello que sienten, doblajes donde se puede poner una persona en el lugar de la otra y desde allí se expresa. Estas técnicas nos permiten abrir puntos de vista y nuevos sentidos.
Uno de los momentos más enriquecedores es el de la multiplicación dramática. Todo el grupo, a partir de lo vivenciado, lo visto y lo escuchado puede pasar a escenificar algo propio o imaginado. Estas multiplicaciones son como flashes donde todos podemos ser protagonistas. Allí el juego y la expresión favorecen la circulación de las emociones.
Desarrollar confianza y abrir nuevos sentidos
Como venía resaltando, este método permite desbloquearse, aflojar durezas, sacar afuera. Uno de sus valores radica en que se trata de una actividad vivencial y experimental grupal que la vamos construyendo entre todes. Se constituye en una propuesta colectiva, creativa, saludable. Resulta terapéutica aunque no es hacer una terapia.
Es un espacio que permite desarrollar la confianza, posibilita pensar los conflictos que se nos presentan y, al escenificarlos, encontrar nuevas y diversas soluciones, salidas. Salirse de uno, verse en el otre y, entre todas las miradas y acciones, ir desplegando otras realidades posibles.
Al desplegar sus escenas, quienes participan se alivian, se energizan, se conectan, se liberan. Noto que el psicodrama grupal, vitaliza a les sujetes. Les permite tender puentes, reír, llorar, jugar, sentipensarse. Esto es así porque es un juego liberado y liberador.
Como todo aquello que nos moviliza, se producen en nosotres “resonancias”, que, a modo de “ecos” de lo vivido nos acompañan entre un encuentro y otro.
Qué escenas conmovedoras trajeron hoy compañeras, impregnadas de afecto, vívidas. Y el inventario de los placeres sencillos que armamos entre todas, más la risa y la frescura: gracias por compartir tan lindo final de tarde.
Recuperar el juego y la fantasía, nos permite volver a soñar y valorar las pequeñas cosas; con cuan poco se puede ser feliz, es decir tener momentos de placer, de alegría, de plenitud, que sumados hacen la felicidad.
Habilitar la palabra entre pares, nos permite tejer vínculos de confianza y respeto.
En todo este proceso es clave la continuidad, la presencia y la entrega, para que se vaya construyendo un grupo que facilite y propicie la comunicación y la expresión.
Una vez al mes nos acompaña a la Dra. Ana Sloninsky, psicoanalista y arte terapeuta.
Ella utiliza la técnica de collage, para decir, y para expresar afectos y sentimientos. Recortando palabras que representen a cada participante ayuda a la conexión y expresión de afectos y deseos. Para Ana el Arte es un lenguaje relevante cuando la palabra no surge, está trabada o congelada. Nos facilita la indagación y el descubrimiento en nosotrxs mismos y en otros, y distintas maneras de expresión.
Tejer redes, hacer lazos
Hacer PSICODRAMA GRUPAL en el barrio, con les vecines, nos da la posibilidad de tejer redes, hacer lazos, no estar soles, sentirnos parte, integrades a una comunidad barrial. Allí el saber del otro y el construir con otro, nos permite sentirnos acompañades. En el contexto de la pandemia que hoy en día continuamos, nos vimos obligadas a la virtualidad.
Paradojalmente, el aislamiento nos abrió otras ventanas y por supuesto, pantallas. Pudimos a través de ellas, seguir creciendo individual y colectivamente.
*Noemí Clur es Psicóloga, Psicodramatista, profesora de Educación física y vecina de Parque Chas