Recuerdos de un congreso internacional de pediatría: “Me estaban mostrando que era más importante prevenir enfermedades que tratarlas…”
Para cualquier médico, tener que tratar enfermedades que pudieron haber sido evitadas con normas de prevención es frustrante. Algo en el Sistema de Salud ha fallado y si los pacientes son niños resulta aún hasta irritante.
Corría el año 1974 y se desarrollaba en Buenos Aires el XIV Congreso Mundial de Pediatría. Entre las numerosas delegaciones participantes se encontraban los representantes de Cuba.
Yo, en ese entonces, era un Médico Residente con poca experiencia y, en esa época, más orientado a la medicina de alta complejidad. Al decir de colegas más experimentados, éramos especialistas en sodio, potasio y enfermedades “raras”.
Asistir a una de las presentaciones de los colegas cubanos a cargo del Dr. Enzo Dueñas fue más un acto de curiosidad que de necesidad formativa. Yo ya era Jefe Residentes y el sodio y el potasio no tenían secretos para mí (¡!).
Cuando escuché la presentación con documentación de excelencia sobre la Atención Pediátrica Primaria sentí que todo había cambiado.
Me estaban mostrando que era más importante prevenir enfermedades que tratarlas, que no se concebía que un niño llegue al hospital desnutrido, deshidratado por una gastroenteritis, o padeciendo una seria dificultad respiratoria por bronquiolitis o por tuberculosis, o un sarampión por falta de inmunización. Que habían niveles de atención de distinta complejidad y que tratar una diarrea o una afección respiratoria o lograr un calendario de vacunación completo debían realizarse en el nivel primario, o sea cerca de la casa del paciente, en su barrio, y para eso debía haber un Centro de Asistencia o Unidad Sanitaria.
También me enseñaron que un paciente no era un número de cama o un nivel de glóbulos rojos o blancos o sodio o potasio, sino que era un hijo con o sin padres, que era integrante de un núcleo familiar, o no, que vivía en una casa, de material o no, en la calle de un barrio, de tierra o asfaltada, estaba cerca de una Unidad Sanitaria, o no.
Salí de esa conferencia asombrado, conmovido, algo en mi concepto de la Medicina Asistencial había cambiado profundamente. Me habían marcado un camino que yo no había recorrido y que no solo debía recorrerlo sino indicar a los que tenían menos trayectoria que yo que teníamos mucho más que aprender que hidratar un niño grave. Que no debíamos recibir en el hospital niños en esas condiciones, que esos niños merecían que sus padres reciban la “educación para la salud” necesaria para evitar esas patologías, a todas luces prevenibles.
Volví a mi Hospital y a partir de ahí pude impulsar la creación del Consultorio del Niño Sano (¡!) y repicar ese consultorio en Centros Asistenciales Barriales que por la buena recepción a nivel Municipal se multiplicaron.
Los médicos residentes, que en principio veían la rotación por un Centro Barrial como un castigo, al ver que la llegada de un niño deshidratado o con sarampión eran una rareza, aceptaban de buen grado participar de esa experiencia y reconocían que su formación se fortalecía.
El Hospital para casos de alta complejidad y poco frecuentes y la Unidad Sanitaria para prevenir
El lema del Congreso Mundial de 1974 fue “por un niño sano en un mundo mejor” y lo más coherente que escuché en ese evento fue esa presentación del Dr. Dueñas y sus compañeros que, como dije, me marcaron el camino como pediatra y como persona.
Fernando Mendyrzycki
MN 38779 MP 25190
Médico Especialista en Pediatría y Puericultura (UBA)
Neurólogo Infantil Universitario (UBA)
Fotos: @ViviPrado
Parque Chas, 17 de Febrero de 2021