Nuestra voz ancestral

Jugar, reconocerse, compartir, ofrendar y honrar la vida

Para el canto ancestral sólo hace falta un parche, un palito, la voz y el corazón.
Cuando se genera la rueda coplera, existe una energía de pertenencia, de comunidad.

Desde muy chica todo lo que tenía que ver con la naturaleza me llamó la atención. Lo cercano a lo primario, lo primitivo. Recorría el campo en medio de sembradíos, escuchaba el viento correr entre las espigas de trigo o el maíz, el canto de las ranas al anochecer, o de los pájaros tratando de picotear algún zapallo para comer. Recuerdo que subía a mi Moro, un tordillo blanco morrudo y ahí salía al galope al medio del campo y le cantaba, no recuerdo qué, pero compartíamos eso, un canto único, inventado, que contenía todo lo que acontecía en ese día. Mis mejores recuerdos de esa época, también son, en la escuela primaria, Noviembre Musical, las clases de canto.

Después de muchos años, ya adulta, comencé a incursionar en el teatro, la danza, el canto, y todo, todo me llevaba al origen, hacia lo más antiguo. Me hubiese gustado seguir con todas esas actividades, pero por situaciones de la vida, tomé la decisión de dedicarme exclusivamente a cantar. 

Incursioné en el canto expresivo. En las prácticas surgían sonidos que me conmovían, que no podía relacionar con nada de lo que había escuchado hasta ese momento. Salían chillidos, quejidos; de pronto escalaba notas agudas que no había cantado nunca. Eran una mezcla del blues primitivo, de músicas antiguas chinas, africanas; y no sólo eran los sonidos, sino que se filtraban emociones, imágenes, percepciones físicas. Puedo decir que hasta podía percibir olores que me llegaban a través de una memoria que se ejercitaba trayendo imágenes que se proyectaban cuando mi cuerpo sonaba.

Supe que había algo dormido que necesitaba despertar, una voz que necesitaba salir y que hasta el momento no encontraba el camino. Ya no recuerdo muy bien cómo, pero mis ansias de encontrar eso que me emocionaba cuando lo cantaba me llevaron a toparme con las bagualas, las tonadas y las vidalas, cantos provenientes de antes de la época incaica, unos; cantos de la época de la colonización, otros, sonidos profundos como el blues del Mississippi o agudos como las melodías antiguas chinas que no casualmente tienen sonidos similares en el Perú o Bolivia. 

A partir de ese momento, en todas mis presentaciones, siempre hubo lugar para el canto colectivo y ancestral. Tenía la necesidad de mostrarlo, de ofrecerlo. Sentía que el canto anónimo y colectivo estaba disponible allí para que lo tomaran y se lo apropiaran. Cantar e invitar a las personas a acompañarme era mostrarles que cualquiera tenía acceso, sin importar cómo cantaran. Fue la inmensa Leda Valladares, así como Isabel Aretz, y otros, quien recopiló tantos cantos como pudo su alma, su cuerpo, su economía. Y estos sentires fueron transmitidos y legados a la gran maestra Miriam García, quien fielmente honra y respeta el inmenso trabajo que le legó su maestra Leda.

El canto ancestral, el canto del NOA, es uno de los hallazgos que más atesoro para mi vida espiritual, emocional y física. En ese entonces me encontraba medio perdida. Tenía que tomar decisiones que cambiarían mi vida rotundamente y la baguala me dio coraje. Forjó una identidad que aún no tenía muy definida. Me permitió desmoronarme y volverme a levantar. ¡Tanta fue mi convicción, mi entusiasmo, que recuerdo que en la primera oportunidad que tuve me anoté para cantar en un homenaje a Leda Valladares y no tenía caja!! Tan solo una hora antes de presentarme, logré comprar mi primera cajita coplera que hoy día, después de 10 años, me sigue acompañando. 

Para el canto ancestral sólo hace falta un parche, un palito, la voz y el corazón. Y con la fuerza del tambor empezás a resonar. Y de pronto tenés tu corazón en una mano y en la otra un palito que lo hace vibrar. La caja coplera, tamborcito compañero de quien se presta a estos cantares y sentires. Amiga inseparable del cantor y la cantora. Un corazón de parche de cuero y cuerpo de cardón que vibra como vibra tu alma.

Cuando cantás baguala, te disponés a planear desde lo alto de un cerro y luego dejarte llevar como en caída libre con la voz. Se abre el pecho, la garganta, no existe error y dejás que tu voz estalle. Todo lo que hagas con tu voz, está perfecto porque perfecta es el alma y el espíritu con el que se canta y se expresa este canto ancestral. La baguala te describe, con la voz de les cantores, el paisaje en el que viven; pasás de estar en un valle con tus ovejas a la cima del cerro donde el silencio puede ensordecer. 

Lo maravilloso que descubrí en esta forma de canto es que se comparten las emociones, las actividades, los sentires, los trabajos, los saberes con otras personas. Este es el poder del canto colectivo. Y es ahí donde se genera la magia. Todes tenemos algo que ofrecer y contar.  Les cuento cómo llevamos a cabo el taller: Nos disponemos en rueda, agradecemos a la Pacha, a nuestros ancestros y la posibilidad de estar reunides (les juro que aunque sea virtual, la energía se siente fuerte). Empiezo con las tonadas anónimas o la especie musical elegida para ese día, el resto repite. Esta es la forma de transmisión verbal, otra de las características del canto con caja. Y es a través de esta práctica que empiezan a surgir las creaciones propias.

Solo tenés que crear versos octosilábicos, darle una melodía; la que te salga; la cantás, la comparsa repite y otre toma la posta y canta su sentir y todes repiten lo que la voz solista cuenta. Y cuantas más personas haya, más larga será la rueda coplera. Y así podemos pasarnos el día entero, como se hace en el Norte, cantándole a la Pacha, honrando la siembra, a los animales, penando sentires de amor, echándole leña al diablo y vibrando el carnaval. Para todo se canta y se comparte. 

Cuando se genera la rueda coplera, existe una energía de pertenencia, de comunidad. Fue lo que ocurrió en el año 2017, enero. El Colectivo Barrial Parque Chas quería homenajear la labor de Milagro Sala y visibilizar el desagradable hecho de su encarcelamiento

Cuando se genera la rueda coplera, existe una energía de pertenencia, de comunidad. Fue lo que ocurrió en el año 2017, enero. El Colectivo Barrial Parque Chas quería homenajear la labor de Milagro Sala y visibilizar el desagradable hecho de su encarcelamiento. En la convocatoria, sólo bastó dar las instrucciones de cómo se componía la tonada y ponerse a crear colectivamente. Esa tarde de sábado fue memorable, unides cantando aunque nunca antes habían copleado. 

Otro evento maravilloso con el colectivo barrial, fue en marzo de 2017. La plaza Dominguito reverdecía con especies de árboles nativos plantados y cada uno de ellos lleva hoy los nombres de vecines desaparecides en los años de dictadura cívico-militar. Árboles por la Memoria tiene su propia baguala. 

2016, 2017 y los años que siguieron fueron años donde la necesidad de expresarme era clara y rotunda. Pero 2017 también me dejó muda. Literal. Estuve meses en tratamiento fonoaudiológico y con entrenamiento vocal para poner en orden mis cuerdas. Mis emociones afectaron mi cuerpo y lo que más amaba hacer. 

Temía no volver a cantar como antes. Un porcentaje de mi voz se perdió, sin embargo la convicción de saber por donde quería ir, “milagrosamente” hizo que sintiera más libertad al cantar. Tomar la decisión de abordar proyectos, o trabajos que nos relacionan con nuestros pueblos originarios, con la tierra, el cosmos, las sabidurías de las distintas comunidades nativas, hizo que me replantee mi forma de vida, lo que verdaderamente importa, el respeto y amor por la tierra y los seres que habitan en ella. Mirás con mucha más comprensión, compasión y amor al otre, sin juzgamientos y aprendés a ser más paciente. Asimilás mejor la idea de los procesos, de que cada cosa tiene su tiempo y su lugar. 

En fin, sentía que había mucho más por hacer para difundir nuestra música ancestral, porque es nuestra, está impregnada en nuestro ADN, sin importar las etnias. Y con mi experiencia de rehabilitación pude ver cuántas personas pasaban por situaciones similares y es cuando tomé conciencia que era el momento de que naciera La Sabia Tierra.

Y reafirme esta convicción cuando a través de esta música, una abuela con Alzheimer, que en apariencia estuvo ausente durante toda la clase, al irme me extendió sus manos, me miró a los ojos y sonrió; fue tan inmensa la emoción que lo único que pude hacer fue llorar y abrazarla. 

Es cierto que esta forma de canto la puede practicar todo mundo, sin embargo entiendo que a cada grupo etario le significa cosas diferentes. Yo siento que cuando estoy con los y las abuelas del hogar mi objetivo es ofrendar y honrar la vida. La tercera edad es un gran desafío, se juegan muchas situaciones; físicas, ya que trabajo mucho con el cuerpo, y emocionales, dado que poder decir y expresarse es un tema. Muchos, muchas, han anulado la capacidad de socializar, son introspectives y en las enfermedades con pérdida de memoria entran en juego sus frustraciones o imposibilidad de mantenerse con lucidez en determinados lapsos de tiempo; pero también se experimenta la capacidad de romper esas estructuras aunque sea por ese instante. 

¡En las escuelas la cosa es más intensa! ¡Y rápida y divertida! Es jugar y reconocerse. El canto con caja genera compañerismo y aceptación de las distintas culturas de las que provienen, todes tenemos una historia ancestral que nos une. 

Con los grupos de adultos, adultas y jóvenes, trabajamos la preservación de nuestra cultura, el cuidado de la voz y sobre nuestras emociones. No juzgamos lo que escuchamos sino qué es lo que siente esa persona cuando nos canta, esto es parte importante del camino. Celebramos los logros. Compartimos

Seguramente hay muchas cosas para seguir contando, sin embargo la invitación es a que prueben, que exploren qué les pasa cuando tienen una cajita coplera en mano y empiezan a sonarla; qué emociones se les vienen cuando cantan a viva voz. Los invito a quebrarse, a honrar a celebrar y a agradecer cantando a la Pachamama yal Universo por todo lo que poseemos. Ser libres y tomar decisiones que nos generen bienestar. Historias anónimas milenarias son las puertas que se abren  para recorrer un maravilloso camino. 

Yo bendigo a todes quienes me han guiado y me guían en este rumbo, ustedes saben. 

Bendiciones infinitas para todes. 

La Sabia Tierra (Veronika Adamo)

Fotos y video: Veronika Adamo

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El Chasquido es la revista del Colectivo Barrial Parque Chas.

El colectivo surgió en noviembre del año 2015, en medio de la coyuntura electoral, y decidimos seguir juntos, pensando soluciones y revalorizando la política como instrumento de transformación de la vida cotidiana. Trabajamos en el barrio, atentos al otro. Intentamos dar cuenta de nuestra realidad, analizar, pensar y actuar por fuera del discurso hegemónico de los medios de comunicación. Desde nuestra conformación hicimos ciclos de cine debate, peñas, recolección de material reciclable, charlas, encuentros. Seguimos en acción, nos escuchamos, debatimos, nos redefinimos en cada encuentro. Creemos en nosotros como comunidad. La inteligencia colectiva puede más que cualquier proeza individual. Nos reunimos periódicamente en asambleas abiertas. Estamos a la vuelta de cualquier esquina del barrio.