Dicen que barrio proviene del árabe y significa algo así como… exterior salvaje.
Y que paisaje es entorno, paese, un espacio vinculado a la subjetividad y a la representación que hacemos culturalmente de ese espacio.
Y que territorio, algunxs dicen que viene de terra, pero otrxs, de aterrorizar al que se atreva a acercarse…
Y que frontera es una franja… no sólo geográfica…
Mmm… difícil devanar el hilo, quizá habría que dejarlo para lxs sesudxs científicxs sociales. La cuestión es que barrio, paisaje, territorio o frontera son construcciones culturales y como tales son dinámicas y nos incluyen -o excluyen- física o simbólicamente.
Como cuerpos, ocupamos un lugar en el espacio del planeta Tierra, esta bolita en disputa, azul, marrón, y cada vez menos verde… (¡cómo no luchar por la apertura de Agronomía! ¡Y la costa verde y pública de nuestro río!). Al mismo tiempo estamos dotados de la capacidad de simbolizar, y esto lo saben muy bien los poderosos. Pujan sin cesar por desplegar su hegemonía, de múltiples maneras. En la concentración de medios, en la manera de comunicar y crear realidad, en la producción de sentidos, en la apropiación de territorios, poniendo sellos y nombre a las cosas, a la gente y a las calles de los barrios. Lo hace también ninguneando actores sociales y ocultando páginas de nuestra historia; privatizando lo público y haciendo que lo público pague las deudas privadas; denostando y excluyendo en el lenguaje desde el fondo de la historia (¡cómo no debatir el lenguaje inclusivo!). El poder intenta homogeneizar lo plurinacional y no trabaja por lo intercultural; no reconoce que la vivienda digna es un derecho, como el agua y el aire… y va tapiando los atardeceres para construir en altura fuera de código…
Por suerte siempre hay resistencia en acción, creatividad y búsqueda. En nuestro barrio, en el espacio público -lugar natural del encuentro colectivo- se plantan árboles por la Paz y la Memoria, suenan la caja y el canto ancestral, se bailan danzas circulares, se pare y edita una Revista. Las postas de reciclado se consolidan junto con los abrazos solidarios y se abren los círculos de las asambleas de vecinxs a vecinxs de otros barrios. También se difunde y promueve la compra a los pequeños productores agroecológicos en el marco del comercio justo. Además, podemos ver cómo se producen, desde lo colectivo, nuevas formas de cuidado, pues, no hay pandemia, ni frontera espacial o simbólica que pueda detener a un pueblo trabajando colectivamente por el buen vivir.
Si lo cultural alude a las prácticas, significados, creencias, gustos que se heredan y transmiten, y la identidad refiere más a un proceso de identificación, al sentimiento de pertenencia a un colectivo con intereses compartidos, es aquel perfil de identidad barrial el que se encarna en el hacer y en el deseo de este colectivo.
Más allá de la multiplicidad de actores que forman parte de un barrio y de que la identidad encierra el doble aspecto, entre lo que afirmamos de nosotrxs mismxs y lo que lxs otrxs definen de nosotrxs, son los elementos que dejemos como legado y los hechos históricos que produzcamos los que contribuirán a configurar la identidad barrial del barrio que queremos. Que nuestrxs hijxs y nietxs sepan que, aún en los años de pandemia, con barbijo y distancia, lo seguimos intentando en la acción colectiva.
Pd: Al Cacique Chas-co que regresó a los toldos. Si llegase a sus manos este editorial, sepa usted que lo esperamos en la próxima asamblea.
Ilustración de portada: Dorte Karrebæk