Siguiendo la ronda nuestros clubes del barrio, nos acercamos a El Trébol. En esta oportunidad, nos recibió Zulma Vicente, que es la secretaría del club.
“El club nació en el año 1943. Quien fuera su presidente por muchos años fue uno de sus fundadores: Ernesto Piaggio”. Siempre es provechoso conocer algo de la historia para entender el presente. Y la marca del origen del Club Social, Deportivo y Cultural El Trébol es el fútbol, tradición que se continúa y enriquece.
Al mirar sus instalaciones, vemos que no terminan en su puerta (sobre Gándara). Al contrario: se prolongan hacia la vereda de enfrente: en la canchita. En tiempos de cuarentena el silencio y el vacío la desdibujaban, pero “ahora se reactivaron, por suerte, las actividades”, celebra Zulma.
Los metros cuadrados que tenemos son inversamente proporcionales al corazón del club.
Con un nuevo protocolo, empezaron las actividades al aire libre, que son: las escuelitas de fútbol infantil y femenino, la Escuela de Tae Kwon Do. También el gimnasio para boxeo.
“El club es chiquito, producto del tipo de loteo del barrio. Los metros cuadrados que tenemos son inversamente proporcionales al corazón del club”. Imaginamos que, por ese corazón, han sabido dar lugar a varias propuestas. Entre ellas, el Centro de Jubilados “Corazón Solidario”, aún en compás de espera para retomar sus rutinas. Por las tardes, el salón suele albergar a socios que vienen a ver la televisión, charlar, jugar al dominó…
A medida que conversamos sobre las actividades, crece el entusiasmo y van apareciendo los recuerdos. La escuela de Tae Kwon Do es muy importante: “Nos ha regalado viajes y momentos de encuentro inolvidables para los chicxs”.
Las experiencias compartidas regalan emotividad y nuestra entrevistada nos hace saber el valor de esos encuentros: “Hemos tenido peñas, ha venido el Chino Laborde, que fue uno de los cantantes de la Fernández Fierro. Vamos a ver cómo evoluciona esto de la pandemia. Queremos que vuelvan las peñas”. Este es el desafío que se vienen planteando.
Bien es sabido que toda nuestra creatividad para pensar la cultura, el deporte o lo social necesita su financiamiento. En este caso y, durante el período de receso que hubo, los subsidios recibidos desde el gobierno nacional y de la ciudad fueron soportes importantes.
No ser socio no es un obstáculo para ser trebolense. Para ser parte de esta comunidad solo hace falta sumarse a las actividades. Así, se va tramando una red que permite el crecimiento. Eso ha ido sucediendo, por ejemplo, con el equipo de fútbol femenino: “Muchas empezaron yendo a acompañar a los hermanitos”. Cada vez hay más niñas participando en la escuelita de futbol.
“Los nenes empiezan a competir a los 6 años y terminan a los 12. La etapa de primaria es la etapa baby”. Los encuentros duran todo el día: “los hermanos juegan en la plaza, los chicxs terminan su partido y se pasa la tarde completa disfrutando en la plaza El Trébol”. Lxs vecinxs sabemos que, en rigor la plaza se llama Éxodo Jujeño, pero la tradición barrial la rebautizó.
Me enamoré de la cosa solidaria y artesanal.
Las fiestas de entrega de premios son todo un evento. La canchita estalla de colores, sonidos y movimiento. El club recauda dinero con distintas iniciativas para ese momento y para los viajes fin de año de la escuelita de fútbol: jornadas deportivas, fiestas. Todo ello generado por el trabajo cooperativo de las familias.
Es agradablemente llamativo ver cómo este club teje con la comunidad de la escuela Petronila que, de algún modo, es la usina de la escuelita de fútbol. El Mago Princic es el vicepresidente del club y, a la vez, dirige la escuelita de fútbol: “Le pone mucha mística a la escuelita. Él capta los valores e invita a las familias”.
Hacer algo colectivamente, nos genera nuevos sentidos. De eso nos habla Zulma: “Yo me enamoré del club llevando a mis hijos a la escuelita. Me enamoré de la cosa solidaria y artesanal. Se nota que se hace todo a pulmón para devolverle a lxs chicxs lo que se pueda”.
El salón ha sido, y pretende seguir siendo, un lugar disponible para reunirse y resolver aquello que le preocupa al barrio. Así fue durante las inundaciones, o cuando las familias de la escuela necesitan tomar alguna decisión: “El club se brinda para eso”.
La comunidad trebolense, además, participa de las fiestas de cumpleaños del barrio. En un momento se hicieron en su salón. Estos últimos años, en la canchita.
Finalmente, le preguntamos a nuestra entrevistada por qué algún vecino o vecina se tiene que acercar a El Trébol. Sus palabras nos sintetizan la mística y la magia del club: “Porque es un lugar de encuentro entre amigos”. Después, Zulma piensa y confirma: “es un refugio en el barrio”.
El club nació casi como una aventura de amigos que querían jugar al fútbol. Y así sigue: con los botines puestos.
Fotos: Vivi Prado (@vivianaprado60)