Se pone colorado

Un árbol y una historia

Introducción

Antonio María Falcao

 Una tarde a principios de mayo volvía caminando de visitar a Luis, desde hace un par de años internado en la residencia  Nuevo Hogar. Apenas pisé la vereda de mi calle, Ávalos al 1500, vi en la esquina de la vereda de enfrente a ese arbolito lleno de hojas encendidas por la luz del sol casi horizontal de la tarde. Esa escala revuelta de ocres, amarillos y naranjas contra el cielo despejado me detuvo, y sin dejar de mirarlo, tomé mi celular. Estaba por sacarle una foto cuando Hugo, el vecino de la casa que tiene ese arbolito en la puerta, cruzaba la calle en dirección a mí. —Yo también le voy a sacar una foto —me dijo, y también se acercó Alicia, la vecina de la esquina de la posta de reciclado de la fuente, y ahí fue la tercera foto. Yo trataba de adivinar la edad del protagonista de todas las fotos y Hugo dijo con total certeza —10 años, lo planté cuando terminé mi quimio. 

Me quedé callado y enseguida nos pusimos a hablar de no sé qué cosa. 

Al día siguiente publiqué la foto en el grupo de whatsapp de los vecinos de la cuadra y le pregunté el nombre del árbol. —Liquidámbar —contestó. Nunca había oído ese nombre.

Un tiempito después le confesé a Hugo que me habían conmovido las últimas palabras de aquel día de la sesión de fotos,  y le pregunté si quería compartir con otros vecinos lo que significaba ese árbol para él y por qué lo había elegido. Y escribió esto:

Uno de los recuerdos profesionales que tengo de mi viejo fue la elección de un árbol que le regaló a un cliente que nos encargó una casa. La casa la diseñé yo y fue mi primera casa. Él la construyó sin chistar.

Cuando la terminamos me quedé con cantidad de términos que desconocía por lo recién estrenado de mi título de arquitecto, pero uno en especial fue el exótico nombre del árbol que eligió: liquidámbar. Me sonó tan sinfónico y poético el nombre que pensé que estaba jugando. Me quedó registrado sin tener la más mínima referencia forestal de la especie. Sabía mucho menos de botánica que de arquitectura. 

Antes de llegar a este barrio, viví en Colegiales. Una oportunidad milagrosa nos puso a vivir en una casa y un barrio soñados. Yo viajaba mucho por trabajo en aquellos años y mi hijo menor acababa de nacer. Plantar un tilo en la puerta fue una manera de apoderarme de su perfume y envolver con él a mis queridos durante mis viajes.

Liquidambar. Me sonó tan sinfónico y poético el nombre que pensé que estaba jugando.

Mis hijos mayores se fueron de la casa, y nos quedó enorme. Decidimos mudarnos de allí.

Llegué a Parque Chas hace casi 20 años y elegí esta casa después de haber visitado 200 casas, sin la ayuda de internet. Saber que se trataba de una casa en Parque Chas, me terminó de empujar a sus brazos. Historias de comics y relatos fantásticos que tenía en la memoria emocional me permitieron aterrizar en esta esquina con toda pasión.

En el año 2009 enfermé de cáncer después de algunas batallas comerciales perdidas y mi reacción fue altamente positiva. Mi primer tratamiento fue sencillo y eficaz; pero al poco tiempo tuve una recaída y la segunda batalla fue algo más dura, pero exitosa al fin. Allí fue que decidí regalarme un árbol a pesar de mi escasa vereda, y no fue una decisión estética. Aquella memoria emotiva, aquel recuerdo de la profesionalidad de mi padre y su exótica elección me llevaron a plantar el liquidámbar.

Saber que se trataba de una casa en Parque Chas, me terminó de empujar a sus brazos. Historias de comics y relatos fantásticos que tenía en la memoria emocional me permitieron aterrizar en esta esquina con toda pasión.

Para ese entonces ya sabía yo de su generosa condición: el esplendor de mi árbol comienza cuando anuncia la caída de su follaje. Una entrega aleccionadora y entusiasmante para quienes hemos dejado el esplendor físico en las fotografías. Demás está decir lo que para mí significa celebrar el otoño en la puerta de casa, y no depender de la primavera para que la belleza me rodee.

Hice una casa en el campo para vivir también allí y aún no sé qué aventura forestal me espera, pero confío en el olor de aquel tilo y el color y la oportunidad de este liquidámbar.

Fotos: Hugo Trozzoli

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El Chasquido es la revista del Colectivo Barrial Parque Chas.

El colectivo surgió en noviembre del año 2015, en medio de la coyuntura electoral, y decidimos seguir juntos, pensando soluciones y revalorizando la política como instrumento de transformación de la vida cotidiana. Trabajamos en el barrio, atentos al otro. Intentamos dar cuenta de nuestra realidad, analizar, pensar y actuar por fuera del discurso hegemónico de los medios de comunicación. Desde nuestra conformación hicimos ciclos de cine debate, peñas, recolección de material reciclable, charlas, encuentros. Seguimos en acción, nos escuchamos, debatimos, nos redefinimos en cada encuentro. Creemos en nosotros como comunidad. La inteligencia colectiva puede más que cualquier proeza individual. Nos reunimos periódicamente en asambleas abiertas. Estamos a la vuelta de cualquier esquina del barrio.