En medio de todo esto, “esto” es la pandemia. Con más responsabilidad que ganas, de vez en cuando salgo a caminar por el barrio. Cada salida tiene lo suyo, descubro casas, plantas, jardines, gente con barbijo, sin barbijo, pájaros, esquivo perros y también me topo con lo que de golpe no está más.
Podría sacar una foto, pienso, pero no va a dar idea de lo que veo.
Trato de retener la imagen en mi cabeza. Están por cerrar otra ventana de cielo. Tiraron abajo la casa del palo borracho en Constituyentes y Llerena, van a construir otro edificio. Uno más y van…
Miro hacia arriba. Hace más de quince años el horizonte se verticalizó invadido por un rompecabezas extraño con piezas de cemento de bordes lisos que cada vez tapan un pedacito más de celeste, de luna, de sol. Desde cualquier calle del barrio se puede no ver.
La luna, me encanta mirar la luna, en sus distintas formas conforme avanza la noche en sus diferentes ubicaciones según la estación del año, cada vez se hace más esquiva, igual que los atardeceres o alguna que otra nube de tonalidades rosadas, naranjas o esa luz que tiñe de amarillo cada casa del barrio.
La construcción se empieza a asemejar a las clases sociales, pienso mientras camino; estamos los de abajo y están los de arriba. ¿Los de abajo sostenemos? ¿Los de arriba disfrutan?
Porque en mi barrio no se construyen viviendas populares para alivianar el problema habitacional de la ciudad, sino oficinas o departamentos bajo el slogan “para disfrutar de exclusivos atardeceres.”
Eso sí, se tomaron su tiempo.. Mientras nos entretuvieron, en medio de una conveniente confusión juntando firmas para que no cambiaran el fot del barrio, un buen día los edificios estallaron en las avenidas y en las calles internas…
Todo este “crecimiento” es, obviamente, de la vereda hacia arriba, hacia abajo los servicios siguen respondiendo a necesidades de un barrio de casas bajas, de una familia, a lo sumo 3 en cada lote, contra edificios de 10 pisos con un promedio de 3 departamentos cada uno. Y así es que escasea el agua en verano y el gas en invierno, amén de los cortes de luz en los días de mucho calor. Cómo no iba a pasar esto último si la mayoría de los edificios están diseñados con más de un aire acondicionado por unidad.
Sí, la vista se privatiza y el horizonte con ella. En Puerto Madero se adueñan de la vista al río, las rejas encarcelan las riberas de los ríos, los lagos tienen dueños, las montañas son compradas, y acá… bueno, acá te venden los atardeceres.
¿Será que nos están echando?
Gentrificación que le llaman.
Fotos: Vivi Prado @vivianaprado60