Heladeras con libros, casitas con libros. ¿Qué son esas bibliotecas con las que uno se topa andando por el barrio? Inés Kreplak, escritora y vecina, nos cuenta sus orígenes, organización y motivos.
La lectura es una actividad que nos abre los ojos, nos potencia las posibilidades de invención, creación, de ponernos en el lugar otros, en definitiva, nos abre mundos. La promoción de la lectura, el acceso a los libros y la conformación de redes comunales que compartan prácticas y experiencias asociadas a esta actividad nos traen oportunidades únicas de acercar la cultura a los habitantes de una misma comunidad.
Desde el inicio de los tiempos la lectura fue una práctica colectiva que unía a las comunidades; invitaba a reflexionar, a tener imaginarios comunes que permitieran pensar a las sociedades hacia adentro y hacia fuera. Con la expansión del Capitalismo y la creación de la imprenta, la literatura pasó de ser transmitida de manera oral a ser escrita, y de ser popular y masiva a restringirse a ámbitos privilegiados y de élite. El libro se convirtió en un bien diferencial, un objeto más de consumo. El hecho de acceder a una biblioteca y a determinados libros se convirtió en un diferencial de educación, de clase y, por ende, de oportunidades.
Para evitar que la brecha se siga ensanchando es importante que desde el Estado se sostengan bibliotecas, se nutra a las escuelas y a sus estudiantes con libros de calidad, se creen proyectos estatales que ayuden a las bibliotecas populares y que exista la promoción de la lectura y la garantía de la bibliodiversidad como políticas de Estado. El proyecto de las bibliotecas al paso, que surgió por primera vez en la Argentina y en el barrio de Parque Chas, no se propone sustituir ni reemplazar ninguna de estas prácticas, sino que pretende aportar desde los espacios autogestivos —como pueden ser asociaciones vecinales, clubes de barrio, instituciones educativas— un granito de arena en este fomento de la lectura, esta vuelta a la lectura comunitaria, al acceso libro no como un consumo, sino como un derecho humano.
El proyecto de las bibliotecas al paso, que surgió por primera vez en la Argentina y en el barrio de Parque Chas
La idea de caminar la ciudad y encontrar una biblioteca al paso es generar en los otros, nuestros vecinos, nuestros pares, un mundo de posibilidades en quienes no siempre tienen acceso a la lectura en sus hogares o que no cuentan con una biblioteca a mano. Pero también, para aquellos que sí tienen esa posibilidad, es una oportunidad para compartir, para leer con otros y hacer circular algo de lo que nos instruyó, nos alegró o nos conmovió. Esta idea de compartir los libros a través de la Biblioteca es generar diálogos y aportar a la construcción de una comunidad.
La consigna de las Bibliotecas al Paso es simple: “Llevate un libro y deja otro”. El proyecto original nació en Europa, hacia el año 2010, bajo el nombre de Free Library, el equivalente en castellano a biblioteca libre. Hay estanterías en la calle, cajones, pequeñas casitas parecidas a pajareras, que se ubican en la vereda, en la puerta de un comercio, escuelas o plazas. También existen iniciativas que utilizaron cabinas telefónicas públicas en desuso o heladeras antiguas. La propuesta es gratuita: para obtener un libro solo hace falta detenerse, elegirlo y llevarlo. El único requisito es una invitación a dejar otro libro a cambio para que siempre haya lecturas disponibles. El nombre de “Biblioteca al paso” propone darle a esta iniciativa un sentido propio y local, contagiar el gusto y el placer por la lectura en el barrio y generar otras formas de sociabilidad a través del acto de compartir libros.
La consigna de las Bibliotecas al Paso es simple: “Llevate un libro y deja otro”.
La creación de la primera Biblioteca al Paso en Buenos Aires, surgida en el corazón de Parque Chas, generó un efecto contagió que impulsó a otras personas a recrear la experiencia y, hoy en día, hay más de sesenta Bibliotecas al Paso en todo el país.
El diseño de cada biblioteca depende del espacio donde se va a instalar: se debe prever que no interfiera el paso de los caminantes, que sea a prueba de lluvia y que sea de fácil acceso tanto para personas adultas como pequeñas.
Así, cada biblioteca tiene su propia identidad, y eso es lo que hace más atractivo y efectivo al proyecto comunitario.
El proyecto promueve la lectura y el intercambio de libros como puentes culturales, como amplificadores del derecho humano a la cultura y a un acceso igualitario a los bienes culturales, a nuestra lengua, a un imaginario común. Esta iniciativa, además, pondera el valor simbólico de la lectura y los objetos que la pueblan como contrapartida de la lógica del mercado: la que establece precios cuyos costos oponen brechas al acceso y a la conformación de lectoras, lectores que crean, recrean y socializan alrededor de la lectura. Pero también se trata de acciones que ponen a disposición un bien común que debe ser cuidado y mantenido por todos y todas. Para que se replique en cada barrio, centros culturales, escuelas, jardines y espacios públicos que nucleen cierta comunidad y se mejore el vínculo a partir del cuidado común de lo que es de todos y todas.
Dejar un libro en una biblioteca al paso es un acto solidario y enriquecedor: es pensar en la otra persona. Al dejar un libro, estamos dejando también una pista, un indicio, una señal, para que quien se lo lleve pueda abrir una historia que incluye en ella parte de todos los mundos posibles.
Más información:
Facebook: Bibliotecas al paso
Instagram: @Bibliotecasalpaso
Fotos: Paola Cera (@PaoliCera), Vivi Prado (@vivianaprado60) y Paula Figueroa (@paula_figueroa_dg)