Pensar en lo común, lo comunitario es la esencia que nos convoca y nos transforma. Eso aprendimos andando en nuestro Colectivo Barrial.
El Mejunje trae un sabor a eso: al espacio de “lo común”. Es una cooperativa gastronómica radicada en Rosario que, además de generar comidas ricas, tiene un camión (foodtrack) capaz de alimentarnos al aire libre y da servicios de catering. Hasta aquí, es un desarrollo más que interesante en tanto lugar de trabajo donde lo común se teje día a día.
Nos entrevistamos con Malena Rozín. Ella hizo de esta iniciativa el foco de la investigación para su tesis de maestría. El Menjunje fue su objeto de estudio, pero no sólo eso: es parte de los lugares de Communitas, donde Malena trabaja.
Una casa terapéutica productiva
Vayamos siguiendo el hilo.
Communitas es una casa terapéutica productiva: así nació. Es un modelo que actualmente anida a distintas cooperativas con una finalidad: constituirse en un lugar de producción al abrigo del campo de la salud mental. Convoca a personas que transitan situaciones de sufrimiento.
“Este modelo —nos cuenta Malena— aborda el sufrimiento subjetivo desde la posibilidad de que las personas se inserten en cooperativas de trabajo”. La propuesta no radica en brindar un tratamiento para que, posteriormente, se dé la reinserción en el mundo del trabajo. Son ambos procesos los que se juegan a la par.
Nació de la experiencia transitada de dar cursos de capacitación laboral en barrios. Camila Bettanin y Matías Senderey pensaron este modelo viendo que no bastaba la formación para que las personas pudieran insertarse en el trabajo: “hacía falta otro acompañamiento con relación a lo subjetivo”. Y hacia él fueron, conformando esta construcción.
Hoy en día, Communitas, como federación, alberga a otras cooperativas: de producción textil, de imprenta y la de sonido e iluminación. En todas ellas subyace una concepción: que a partir de lo cooperativo se pueda trabajar lo colectivo y que eso aloje lo singular. La experiencia fue creciendo y actualmente brindan servicios al estado provincial: una residencia de cuidados temporales, un centro de día para el colectivo trans y un centro de día para personas que tienen problemáticas de consumo.
Y así las iniciativas albergan a quienes lo necesitan.
“Desde lo colectivo, armar algo que albergue la singularidad de las personas”
¿Qué es pensar lo singular y lo colectivo? La apuesta del modelo que constituye un modo de hacer y de pensar que reconoce la existencia de tensiones. Por un lado, entre lo terapéutico y lo productivo, por el otro, entre lo singular y lo colectivo.
Malena nos explica que se trata de aliviar esa tensión, de pensar las formas que tiene cada quien de hacer lazos con otras personas, los modos que cada quien tiene de hacer algo en particular. Para ilustrar lo productivo y para que imaginemos las articulaciones necesarias, un ejemplo. Existe un espacio de cocina funciona en un Centro de Día. Articula con la cooperativa gastronómica en los servicios que se han de brindar. Tanto las tareas como las remuneraciones son motivo de acuerdos en el consejo de administración y lxs trabajadorxs, y ese proceso constituye un desafío que transita a diario.
Por otra parte y como en cualquier otro espacio de trabajo, en el Menjunje son requeridos ciertos estándares de producción. Para cumplirlos adecuadamente se necesitan funciones diferentes que cada quien desempeña según sus posibilidades y sus saberes. A todas esas singularidades acoge la experiencia cooperativa, no sin dificultades.
“Encontrar un nuevo nombre y establecer nuevos lazos con las personas”
Hilando más en lo singular, aparece “la cuestión de cómo nombrarse: un eje en el proceso de cada quien”. Como ejemplo, Malena nos cuenta la historia de uno de los chicos con quien trabajó, quien decía de si mismo “soy un pibe chorro”. A raíz de su interés en la música, se le brindó la posibilidad y aprendió a tocar la batería. Pudo vincularse con otros chicos que hacían música y comenzó a nombrarse a sí mismo como “baterista”. Emociona escuchar este breve relato donde entendemos que poder llamarse desde un saber – hacer también permite ocupar otra posición en el colectivo en que se está.
“Y no es menor poder decir —vuelve a ejemplificar Malena— yo soy la cajera del foodtrack o soy la cocinera. Creemos poder entender el valor de ser reconocido y reconocerse a partir del lugar que en el grupo de trabajo. Esto se da porque el equipo profesional que los acompaña genera espacios para que cada uno pueda nombrarse y presentarse ante otro de un modo valioso.
“La salud mental también es una cuestión política”
La concepción que “abordar la cuestión de la salud mental pensando que el trabajo puede ser parte de esos procesos es una posición política”. Y nuestra entrevistada lo argumenta porque es, de algún modo, “reivindicar el derecho de las personas a poder desempeñarse en distintos ámbitos, a poder trabajar. A poder estar adentro, no afuera”. Y sí: coincidimos que también eso es una posición política, más allá de las políticas de estado que se puedan diseñar en este campo.
Por otro lado, creemos entender que el cooperativismo como forma organizativa también es una elección política, un modo de hacer economía social que, en el contexto de este modelo, habilita en las personas “tramas de relaciones que posibilitan nuevas construcciones de sentido”. Su preocupación, entonces, conlleva analizar cómo el cooperativismo alberga lo colectivo y lo colectivo posibilita lo singular.
Malena insiste, en varios tramos de la charla en que “lo colectivo abre nuevas construcciones de sentido”.
Lo repetimos casi como un mantra que, desde El Mejunje, se replica en nuestra propia experiencia.
Malena Rozín es Licenciada en Musicoterapia y Magíster en Psicopatología y Salud Mental por la Universidad Nacional de Rosario
IG: @communitasalud
IG: @coopelmejunje
Fotos: Communitas