Marito apagó el despertador y se fue a preparar el mate, nunca le molestó levantarse temprano, trabajar en la cuadrilla de Aysa ni estar de guardia en días feriados, pero siempre le fastidiaron los días de tormenta y el servicio meteorológico venía anunciando mal clima para esa noche.
Chas có había logrado acomodarse entre dos contenedores sobre la calle Ballivian. Envuelto en su poncho Pampa escucho los truenos muy lejanos que llegaban del sudeste. Sus últimos pensamientos antes de dormir fueron para su gente, ya había pasado muchas cosas lejos de tu pueblo, en esta tierra de dioses huincas con tapabocas que se saludaban con el puño. Demasiadas lunas para el viejo cacique, habría que emprender la vuelta. Tan cansado estaba que no sintió las primeras gotas, mucho menos la gran tormenta que se desplomó sobre la ciudad que no se inunda más, en pocos minutos la calle se convirtió en un verdadero río arrastrando a los contenedores y al cacique hacia Pampa y Triunvirato. Al llegar al cruce con Ginebra, Chas có se despertó e intentó nadar, pero un remolino lo tiró hacia abajo, soltó su poncho y por más que se esforzó, el agua lo llevó hasta que se desmayó.
Despertó en los toldos, unas indias lo cuidaban y cuando pudo entender, se dio cuenta de que lo habían encontrado en una salina a varios pasos de allí después de haberlo buscado durante varias lunas. Tocó su amuleto y se sintió a salvo, había vuelto a su pago, sólo extrañaría su viejo poncho gris.
Cuando llegó la cuadrilla de Aysa, había dejado de llover y el agua corría hacia las alcantarillas, los vecinos rescataban lo que podían de sus autos inundados, los operarios empezaron a revisar las tomas de agua, estaban casi limpias, solo Marito encontró un viejo y hermoso poncho gris, lo llevó, quedaría muy bien colgado en la pared de su nueva casa. En el borde del poncho, debajo de una guarda había unos símbolos pampa que él no pudo descifrar, decían VOLVERÉ.
Ilustración de Juleeika: @juleiika @casaelefante