¿Qué es ser artista? Aunque no lo definamos conceptualmente, El Chasquido sabe de sus existencias en el barrio. Andando en su búsqueda, dimos con una de ellxs: Mariana Macchiarola.
Ella cree y nos dice, que artista puede ser cualquier persona, aunque cree y nos dice, que otra cosa es vivir del arte.
Como en tantas otras actividades de la vida, hay un antes y un mientras tanto con relación a la pandemia.
Mariana supo vivir del arte toda su vida: es actriz, genera sus propios proyectos con su grupo de teatro. Compone canciones, canta y tiene su banda de música. No conforme con eso se formó con profesora de canto a través del “método funcional”.
Los fines de semana pre-pandemia tenía shows, presentaciones que le habilitaban un sostén económico. Sin imaginar lo que vendría, tomó a los inicios de la cuarentena como un mes sabático. Así lo pensó y dispuso: encontrarse vía zoom con amigos y hacer “desafíos musicales”. Valía como forma de mantenerse con música en la piel, con la alegría compartida. Casi un juego, un match de canciones a cualquier hora. Recuerda esos momentos con una sonrisa plena.
“Me hacía sentir viva. El juego con tu amigo. El juego que hacías con el otro, con tu amigo”
Pero la pandemia se prolongó más de lo que creíamos y, junto con las dificultades económicas, se perdieron otras cosas. Se perdieron los sueños de vacaciones. La posibilidad de volver a verse, ensayar, actuar, cantar. Las rutinas de cada fin de semana: probar sonido, hacer shows.
Con las manos en acción, como para darle mayor intensidad a lo que quiere comunicar, sintetiza: “cuando una es artista, una no pierde el laburo: … pierde el ser”.
De cómo nos cambió la vida la pandemia todxs sabemos. De cómo transformó la de Mariana, una punta nos lo expresa: se quedó sin voz. “Sentía que se me había puesto “fofa” la garganta. No sabía qué componer, qué cantar”.
De un final de 2019 a pura alegría compartida en un escenario, a esta situación crítica. Su pareja perdió su trabajo como escenógrafo. Un sacudón. Algo había que hacer y hubo que reinventarse. Comenzó a cocinar y vender. Volvió a empezar.
Este año cumple 20 años de dar clase. Para eso se formó y es lo que hoy la mantiene económicamente. Dar clases por “Zoom” fue otro camino a andar, derrotando el estrés de lo nuevo.
Al principio no se imaginaba cómo dar clase a través de una cámara. Hacia mediados de año, un seminario intensivo virtual de trabajo vocal que tomó, le cambió la perspectiva. Allí aprendió mucho y vio que sí podía haber una alternativa. Entraron a jugar emociones, el ser escuchada por otros. Compartir las intimidades o los sonidos de la casa, fue toda una novedad a la que ya ha logrado adaptarse.
La pasión docente se le escapa en las muchas anécdotas que trae a la charla con El Chasquido. Nos transmite el valor que tiene estar atenta a las situaciones de angustia en lxs alumnxs. Supo descubrir cómo, en muchas ocasiones, las canciones que ellxs eligen hablan de lo que les pasa. Porque en el canto, no sólo lo físico entra a tallar. Las emociones invaden aunque no deben impedir que el canto suceda.
Mariana participó en las serenatas que se hicieron a las Madres y Abuelas recientemente: “fue tremendo”, nos cuenta. Sorpresas y agradecimientos. El esfuerzo por no quebrarse para que el canto siga sucediendo fue su desafío.
Tal vez de puro apasionada y desafiando los aislamientos, sigue apostando a su formación. Las nuevas formas de mostrar: una cámara la interpelan. Actuar, cantar y no tener el aplauso. Sin embargo, corre la adrenalina y cuando de ello habla, vuelve a sonreír. Creemos que ella no le da oportunidad a la desazón. Tal vez por eso siga haciendo.
“La espera te quita la libertad y nosotros nos quedamos esperando”, dice, casi en voz baja. Pero algo pudo hacer. Hubo pequeños subsidios del Instituto Nacional de Música y del Fondo Nacional de las Artes que colaboraron.
Desde la Ciudad no hubo propuestas pagas para el artista. Aunque hubiera sido posible aprovechar los escenarios al aire libre con que contamos. Si bien nuestra artista comprende que la cultura no es esencial frente a la salud y a la educación, está convencida de que se podrían proyectar otras cosas: ofrecer espacios, establecer lazos entre artistas. “Hace falta una concepción de la cultura donde se piense al público como partícipe y como actividad también esencial”.
Mariana sigue apostando a una búsqueda. A través de una cámara, con sus clases, con la burbuja que inventó con sus amigos para continuar produciendo algo del orden de lo artístico. Para recuperar su ser y su hacer o ¿ambas cosas?
Nos despedimos hablando de lo mágico que es vivir en Parque Chas.