Costa Salguero es solo la punta del iceberg. Necesitábamos profundizar qué es el espacio público verde y qué tensiones lo habitan. Por eso esta entrevista a Juan Lescano, vecino y coordinador del Área Ambiental del Observatorio Gente en Movimiento.
¿Leíste “Plaza Éxodo Jujeño”, de Luciana Porchietto? ¿ese texto podría servir como disparador para hablar sobre espacio público?
Sí, lo leí y me gustó mucho. Quizás sin proponérselo, lo que retrata es que siempre en el ambiente hay lo que se llama “tensiones por el uso”. El ambiente puede ser pensado, y el espacio público verde no sería la excepción, como un espacio que admite múltiples usos. Considerar cuáles son esos usos admisibles, quiénes los van a ejercer y en función de qué intereses forma parte, digamos, de una discusión que, en mi mirada, debería ser planificada y consensuada.
En el poema hay una escena de un cartonero que impide, con su carro, estacionarse a un camión. Imaginemos que ese camión es de residuos. Tendríamos, respecto de un mismo recurso (el contenedor de residuos), por un lado, recuperadores urbanos, que en mayor o menor grado de organización quieren hacer uso de ese recurso. Y, por el otro, las empresas que venden servicios de higiene urbana con otra sofisticación e intereses.
Hay una necesidad de ir resolviendo la complejidad del uso de los espacios públicos
Esa tensión no es solamente monetaria. La dimensión del lucro aparece si la enorme mayoría queda privada de usar el espacio público porque unos pocos hacen un negocio con esos recursos. En el ambiente hay un montón de valores, de usos, que no están relacionados necesariamente con una transacción o un flujo monetario: nadie quiere ir a sentarse a mirar el río por plata, por ejemplo.
El gran desafío para la política ambiental en nuestros días está en encontrar un equilibrio viable entre tres necesidades estratégicas para un proyecto de país: preservar el ambiente, fortalecer la matriz productiva y generar empleo. La ecuación ambiente, producción y trabajo requiere un equilibrio muy complejo de lograr. Me parece que la política ambiental tiene que estar enfocada en ir resolviendo esta complejidad.
La discusión en CABA es la misma, con el agregado de que el desarrollo inmobiliario es un vector de signo contrario al aumento en cantidad y calidad del espacio público verde.
El Coronavirus ha alertado sobre la relación que tenemos los humanos con el ambiente. ¿Cómo se ha desarrollado el espacio público verde en nuestra ciudad a través del tiempo?
La discusión sobre el acceso a metros cuadrados de verde por habitante no existía en CABA hace 30 ó 40 años. Era como todavía es hoy la discusión sobre la frecuencia del transporte público, un tema muy menor para esta ciudad, a diferencia de otras ciudades del país (como por ejemplo Córdoba, donde ese tema no se ha resuelto en décadas y aún hoy sale en los horarios principales de los noticieros). Que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con el presupuesto faraónico que tiene, esté hoy discutiendo la distribución de metros de parques y plazas por habitante, habla de un retroceso en ese aspecto y políticas equivocadas. Recordemos que el número de habitantes totales de la CABA es casi el mismo desde 1947. Hoy en día, la crisis sanitaria por COVID-19 pone de relieve la magnitud de ese retroceso y permite incorporarlo al debate público.
No es un destino fatal volverse una ciudad de cemento
Durante el mismo período, otras ciudades que mostraban peores desempeños en el aspecto de espacio verde, han mejorado. Por ejemplo, Rosario es una ciudad que ganó un poco de verde, digamos, respecto de lo que era. Y Montevideo tiene hoy más y mejor espacio público verde para sus habitantes que Bs. As. Esto es probablemente porque tiene una visión de ordenamiento que pone eje en la costa y su rambla. No es un destino fatal volverse una ciudad de cemento. Es un proyecto político claro y paulatino, tampoco ocurre de un día para el otro. Pero sin duda que tiene una direccionalidad clara.
Juan, ¿cómo describirías la gestión del espacio público verde por el GCBA?
Creo que el larretismo genera ciertas prestaciones de servicios urbanos en las plazas, sobre todo de los barrios del norte: juegos, areneros, aspersores, bebedores. Todo eso no está mal, pero convive con que las plazas están perdiendo superficie verde. Hay un modelo de plaza seca y palmera, “estilo Miami”. La Plaza Éxodo Jujeño, por ejemplo, está hecha de pequeñas islas o bordes de pasto sectorizado y todo el resto es cemento. Hay una concepción de poner cemento y árboles flacos, tipo folleto de despegar.com. Mientras, al sur de la ciudad se ve un deterioro y abandono terrible del espacio.
La desigualdad ante el acceso al espacio público verde implica la calidad de ese espacio
También, detrás del abandono, puede estar la idea de dejar que ciertos espacios se deterioren. Porque: ¿quién va a defender un baldío? Además, el centro de la ciudad, el microcentro, ya no tiene espacio verde. Es una zona que ha quedado consolidada para oficinas, como si no hubiese gente viviendo ahí. Hay mucha, y no se le garantiza el derecho a un ambiente sano.
La desigualdad de acceso al espacio público verde implica no sólo los metros cuadrados, sino la calidad de ese espacio. A la vez, mientras más pequeñas son las unidades habitacionales, más importante se vuelve el espacio público. Viene a reemplazar, justamente, un patio.
Justamente, vemos que, a medida que pasa el tiempo, los habitantes de CABA vivimos en lugares más chicos y accedemos a menos espacio público. ¿Por qué pasa esto, no debería ser al revés?
El problema habitacional tiene que ver con que hay megaproyectos inmobiliarios que no están destinados a vender ni alquilar una casa, una oficina, sino a tener ahí guardado dinero, inmovilizado en activos. Se da en porciones muy pequeñas de ciudad. La especulación inmobiliaria lo que hace es mostrar la superficie habitacional como un commodity, como una reserva de valor.
El capital inmobiliario ve la línea de la costa desde de Vicente López a Dock Sud. Ve una porción de Costa en términos globales, con una lógica que no es la de la manta y el mate el domingo. Podemos ver entonces la distancia y diferencia de eso con un señor o señora, un jubiladx que trabajó toda su vida y al final de ese camino, adquirió dos departamentos de, no sé, sesenta metros cuadrados cada uno. O tres. A mí no me parece que eso sea la especulación inmobiliaria, ni que el problema habitacional tenga que ver con eso. Pero lo que sí pasa es que hay muchos actores inmobiliarios, podríamos decir de escala local, que asumen como propia la lógica de la especulación.
El patrimonio de la Ciudad Autónoma es del pueblo porteño
Entonces ¿cómo describirías la política de Larreta sobre el tema inmobiliario?
Veo una política muy de los noventa dentro de un ya avanzado s. XXI.
Creo que se puede decir que el macrismo/ larretismo tiene un sesgo inmobiliario y donde te puede hacer un emprendimiento inmobiliario en el espacio público, lo hace.
La Ciudad Autónoma tiene un montón de patrimonio. Ese patrimonio no es del Gobierno, ni mucho menos de Larreta. Es del pueblo porteño. Me parece que hay un mecanismo de toma de decisión sobre qué se hace con eso, con esos bienes que son de todxs, que está super concentrado y por eso resulta no democrático. Para consensuar qué ciudad queremos, en términos de espacio público, hay que buscar el modo de democratizar los mecanismos sobre cómo se decide..
El Gobierno de Macri se hartó de pasar tierra que era de todos los argentinos a algunos argentinos, que son los porteños. Larreta, en vez de decir “bueno, esto que en realidad es un poco injusto, yo lo voy a aprovechar para tratar de generar un poco más de justicia ambiental”, hace lo contrario. Lo vive como si su empresa hubiera recibido activos, aumentado su capitalización y, entusiasmado, adquiere así una posibilidad mayor y mejor de pensar negocios. Eso es injusto pero además es anacrónico, aquí y en el mundo.
Transferir tierra, venderla, armar súper torres, es una secuencia que en Argentina ya vivimos. A muchos sectores les parecía, en ese entonces, que era lo correcto, que aumentaba la plusvalía urbana, que era cool. Hoy sabemos que no hay ninguna ciudad, ni la más agresivamente capitalista del mundo, que se desprenda de tierra propia a favor de dos o tres privados. Eso es completamente anacrónico y para mí muestra que no hay ideas nuevas.
¿Cómo ves a la oposición en la ciudad respecto de lo ambiental?
Actuando reactivamente. Ante cada iniciativa del gobierno, reaccionamos yendo a intentar impedir o modificar lo que se trate, a veces con algo de suerte, la mayor parte de las veces sin demasiada suerte. Pero no creo que tengamos un proyecto ambiental alternativo para la Ciudad por ahora. No lo discutimos. Digamos que se va el PRO de la Ciudad (que ojalá así sea) ¿Qué vamos a hacer para que la costa sea de todxs?
Agradecemos a Juan y nos quedamos con este último interrogante para seguir pensando acciones
Fotos: Paola Cera (@PaoliCera) y Paula Figueroa(@paula_figueroa_dg), Laura Ratto y Adri Navarro